viernes, 3 de julio de 2009

JULIACA Y EL 4 DE NOVIEMBRE DE 1965 [VII]

Fuente: APAZA QUISPE, Hugo. Temas históricos de Juliaca. Compendio histórico cultural. Juliaca: Edición del autor, 2001, pp. 163-171.

8.6 CRÓNICA DEL EPISODIO

a) Día 3: el desaire

En la víspera del Paro cundía la tensión y los medios de comunicación de Lima y la región prestaron mayor atención al suceso que se avecindaba.

En horas de la mañana de aquel día, arribó a Juliaca el Ministro de Gobierno y Policía, Javier Alva Orlandini, acompañado de altos funcionarios gubernamentales.

Una Comisión de vecinos de Juliaca fueron al Aeropuerto para entregarle algunos documentos, exponer sus quejas y esperar respuestas afirmativas. Sin embargo, el Ministro no recibió el petitorio y “dijo no conocer los problemas de esa localidad y que su viaje obedecía concretamente a una invitación que le formularon para inaugurar obras en Puno” e invocó al Alcalde de San Román “para que persuadiera al pueblo, a fin de que no adopten actitudes violentas”; y, a insistencia de la delegación juliaqueña, el Ministro prometió dialogar en horas de la tarde con mayor tranquilidad. Dicho esto, la Comitiva Ministerial abordando los vehículos que les aguardaban se dirigieron a Azángaro, en donde el Ministro fue declarado “Huésped Ilustre” al mismo tiempo que recibió un enérgico discurso de su Alcalde Mauro Paredes.

Ante la ausencia de la delegación oficialista, las autoridades políticas anunciaron que a las 16.00 horas se realizaría una reunión de “Alto Nivel” para evitar la huelga que tiene proyectada el pueblo juliaqueño.

Cuando la Comitiva Ministerial emprendió el retorno de Azángaro, cometieron un gravísimo error que encolerizó a la población de Juliaca; pues en una actitud repudiable, atravesaron la ciudad por un camino inhabitual, faltando así a su promesa de diálogo. Esta conducta del Ministro atizó la ira calcetera, y esa misma noche, se ratificó el Paro general. Así se echaron las bases de un Paro total y con grandes repercusiones.

Las dos emisoras, Radio “Juliaca” y “Sol de los Andes”, fueron los principales voceros del mensaje de protesta. Fue Radio “El Sol de los Andes”, la que con mayor fuerza y contundencia llamaba a la lucha e incitaba a la rebeldía.


b) Día 4: la masacre

El paro se inició a las cero horas del día 4 de noviembre de 1965. “Una carga de dinamita rubricó el comienzo de una explosiva violencia”. Aproximadamente a la 1.00 de la madrugada se realizó una última reunión de coordinación, la misma que concluyó con la intervención de la Sra. Naty Soto, quien arengó a la gente “a luchar hasta el final”.

Juliaca amaneció con el cielo nublado, con las carreteras y el ferrocarril bloqueados y, desde el comienzo la paralización era total.

Los medios de seguridad fueron extremas; la policía y el ejército se apostaron en lugares estratégicos con armas ligeras y pesadas. El periodismo que seguía de cerca este suceso llegó a escribir: “JULIACA, prácticamente está en pie de guerra”.

A eso de las 6.30 de la mañana ocurrió el primer choque entre pobladores y policías, en la Av. Manuel Nuñez Butrón, cerca al hospital general.

Alas 10.45 a.m. era cada vez más creciente la protesta popular. Mientras el grueso de los manifestantes ocupaban las principales calles, otro grupo de huelguistas, sacaban algunas rieles y durmientes del ferrocarril al observarse movimientos de trenes.

Las autoridades de Puno, teniendo pleno conocimiento de que en Juliaca el paro era total, cometieron la imprudencia de enviar vehículos pertenecientes a la UNTA y a la Corpuno; estos carros formaban parte del convoy que iban al encuentro del Presidente de la Cámara de Diputados, Ministros y demás funcionarios del régimen invitados a los festejos de Puno. Los vehículos fueron interceptados por los huelguistas, a eso de la 1.10 p.m. y éstos provocativamente se introdujeron “violentamente entre los numerosos ciudadanos que estaban ubicados en la carretera, casi prácticamente atropellándolos”, pero más pudo la fuerza de los pobladores que impidieron el avance de los vehículos, ante esto, los ocupantes de los carros se mostraron sumamente beligerantes, “En uno de estos vehículos (de la Corpuno) se encontraba el Teniente del Ejército José Yale Morales, que sacó su revólver para amedrentar a la turba”; esa temeraria actitud provocó que alguien lanzara una piedra e hiriera al militar quien de inmediato fue conducido a la Clínica Americana para su tratamiento.

Los huelguistas apedrearon a los vehículos e incluso volcaron e incendiaron dos de ellos. La policía trató de impedir el ataque, sin ningún éxito, pues el ánimo de los huelguistas pudo más y sólo la naturaleza vitó que las demás unidades sufrieran igual suerte; ya que en esos momentos se desató una lluvia torrencial y la gente tuvo que guarecerse.

Aprovechando que el espacio estaba libre “del Cuartel de Juliaca salieron tractores que procedieron a derribar las barricadas” al mismo tiempo que arribaron más efectivos policiales.

Entre las 2 y 3 de la tarde “estalló el polvorín”. Esa actitud de “limpiar” la vía, fue lo que provocó una ira de mayúscula en la población, pues en “ese momento volvió la gente y la policía abrió fuego”, y de esta manera se empezó a reprimir violentamente a la población civil que apresuradamente se dispersó en diversas direcciones.

En esos primeros choques desequilibrados cayeron varios heridos y los arrestados ascendían a no menos de 18, dentro de éstos se encontraba el burgomaestre Luis Cáceres Velásquez, quien a viva fuerza fue introducido en un vehículo conjuntamente con otros “cabecillas”.

Aproximadamente a las 4.20 p.m. la población en pie de lucha, llegó a converger en la Plaza Bolognesi. Así, la Comisaría policial estaba rodeada y era víctima de la enardecida población. La policía no intervino hasta que alguien lanzó una botella con gasolina que impactó en un “Land Rover” de la Guardia Civil que estaba estacionado en la puerta de la Comisaría, al mismo tiempo que otro vehículo policial era apedreado. Ante la gravedad de la situación, los policías abandonaron su recinto y el encuentro con la población civil fue inevitable; los policías salieron con ametralladoras ligeras y metralletas, e inmisericordemente arremetieron contra la muchedumbre que pedía justicia, atención a sus demandas y libertad de su alcalde. Los tiros no fueron al aire. A partir de entonces el panorama fue escalofriante.

Un testigo presencial de aquellos hechos, llegó a describir las escenas de la siguiente manera:

“El ruido de las ráfagas y los disparos de fusil se mezclaban con lo gritos, los insultos, el rebotar de las piedras”. Habían heridos que se retorcían sobre el pavimento y los jardines de la plaza Bolognesi, guardias que avanzaban disparando desde el suelo. “Era de día, pero uno podía sentir la luz brillante de las ametralladoras”.

“las enfermeras llegaron con las ambulancias”. “Las había de blanco, las que venían del Hospital de Juliaca y de la Clínica Americana, junto con los médicos de la Unidad de Salud”, “también las había de verde, las voluntarias de la Cruz Roja, apenas adolescentes... una de ella... con su rostro moreno de muchacha inocente... vi que estaba llorando... la chica se limpió la cara con el revés de una mano y siguió ayudando a los heridos”.

Luego de media hora la Plaza Bolognesi fue tomado por la Policía de Asalto, gracias a la oportuna intervención de los refuerzos provenientes de la Guardia Republicana y el Ejército.

Mas tarde la represión se intensificó pues “la policía ingresó luego a la ciudad lanzando bombas lacrimógenas”.

Las balas y las bombas lacrimógenas reventaban por doquier y la población sólo atinaba a defenderse con su cuerpo y con gritos de protesta. Hombre y mujeres se enfrentaron sin temor a las balas y varas policíacas. La población civil que era dispersada, rápidamente se reagrupaban para frenar la arremetida militar, pero, menos pudo la fuerza desarmada, que sólo atinó a retroceder y defenderse de la masacre en marcha.

En el fragor de este ataque policial, los heridos caían, lo detenidos eran brutalmente golpeados y los últimos baluartes de resistencia eran asaltados sin misericordia. El edificio Cáceres, donde se habían refugiado algunas personas, fue violentamente tomado por el aparato represivo y en su interior la masare continuó, y allí fue mortalmente herido el estudiante cornejino Santiago Madani López.

Radio “El Sol de los Andes” también fue ocupado y silenciado po la fuerza, y sus bravos periodistas-agitadores, a fin de no caer e manos de la represión tuvieron que huir por los techos de las viviendas vecinas.

Los detenidos fueron conducidos a la Comisaría, a donde los grupo de manifestantes concurrieron a exigir su inmediata libertad y de donde fueron violentamente dispersados.

Por fin, la ciudad fue “controlada” en horas de la noche, gracias a la coordinada acción del Ejército, Guardia Civil, Guardia Republicana y la PIP, esto sólo a fuerza de las armas y la violencia. A estas alturas dos camiones del Ejército recorrían la ciudad con altavoces avisando a la población permanecer n sus domicilios. Perifoneaban diciendo: “¡Quédense en sus casas... no salgan a las calles... las Fuerzas Armadas repelerán con toda energía cualquier agresión!”.

¿Quién dirigía las operaciones y daba órdenes e instrucciones para que se arremetiera tan cruelmente aun pueblo que sólo protestaba clamando justicia? El responsable fue sin duda el Ministro Javier Alva Orlandini, quien en el noche del 4 de noviembre despachaba desde la Comandancia de la Guardia Civil, desde ahí daba instrucciones e hizo suspender las garantías constitucionales por 30 días. En cambio, el coronel Manuel Corrales Tello, Director General de la Guardia Civil, fue quien dirigió personalmente las operaciones.

Arrestados el Alcalde, los integrantes del Comité de Huelga y muchos otros dirigentes, la población se reorganizó y logró constituir un COMITÉ CÍVICO presidido por el vecino Mario Traversa. Dicho Comité, alentado por la efervescencia popular, se pronunció por la continuación del paro hasta que todos sus dirigentes salieran en libertad. “Juliaca no se rinde”, sentenció el Comité que había pasado a la clandestinidad.

Juntamente con el alcalde fueron detenidos, y luego remitidos a la Tercer Zona Judicial de Policía (Arequipa), los siguientes vecinos: Víctor Záferson, Jorge Monzón, Fredy Zuñiga, Alfonso Calatayú, Andrés Miranda, Sixto Záferson, Luis Arfinengo, Sergio Dávila, Mauro Catacora, Adrián Huamán, J. Aragón Núñez, Luis Cervantes Ticona y Angel Argonés.


c) Día 5: Juliaca no se rinde

El día 5 Juliaca amaneció en silencio y con las calles y plaza ocupadas por las fuerzas militares. Efectivos de la Guardia de Asalto de Lima y Arequipa, al lado de miembros del Ejército de Juliaca y los “Rangers de la División de Pomata”, patrullaban las calles en carros y con las metralletas en mano.

Ocupaba militarmente, Juliaca seguía empeñada con obstinación en un Paro General que sólo concluiría, según anuncio del Comité de Huelga, cuando los detenidos recobren su libertad y que las tropas armadas se retiren de Juliaca.

El día 5, también el comercio no abrió sus puertas y las oficinas estatales tampoco atendieron.

En la mañana, grupos de personas se reunieron en los alrededores de la ciudad, portando banderas peruanas con crespones negros. A las 12 del día, estas asambleas, fueron disueltos por la policía y el ejército.

Debido a que Radio Juliaca tenía una reorientación política diferente a la de los hermanos Cáceres, esta emisora reinició sus transmisiones sólo para “pasar boletines oficiales” e informaba versiones y acciones efectuadas por las autoridades oficiales.


d) Un rumor alarmante

El día 5 un rumor alarmante circuló por la ciudad, y los medios de información daban amplia cobertura a esta versión, por existir un temor persistente de una insurrección de mayores proporciones.

En la mañana del 5, por todo lado se oía que algunos dirigentes salieron “secretamente” de la ciudad, a pedir ayuda campesina y éstos estaban alistándose para ingresar a la ciudad. Los despachos noticiosos al respecto informaban:

“Se teme que esta madrugada se inicie un choque armado sin precedentes en los anales del departamento de Puno, cuando cientos de campesinos que se hallan en los alrededores de Juliaca, irrumpen la ciudad para tomarla por asalto”. “Se ha informado que las Fuerzas de orden, están aguardando pacientemente la invasión”, y “Han sido colocados estratégicamente armas pesadas, ya que se cree que lo campesinos tengan también esta clase de
armamento”.


e) Alcalde calcetero encarcelado

En plena acción represiva, el burgomaestre calcetero fue arrestado por la policía de asalto y conducido a la ciudad de Puno, sindicándole como el propulsor de esta medida de lucha.

El periodismo capitalino, que seguí de cerca estos sucesos informaba que cuando se los detuvo fue conducido a empellones, y cuando la gente quiso rescatarlo “la policía cargó contra la gente. Al mismo tiempo, Luis Cáceres era duramente vapuleado. Un golpe de vara le dio en el rostro y sus anteojos volaron por el aire, hechos pedazos. Un oficial de alta graduación le dio un puntapié. Fue llevado así, en medio de golpes, hasta un Land Rover de la Guardia Civil”. “El Alcalde de Juliaca, Luis Cáceres Velásquez, fue detenido ayer (4 de Nov.) por orden del Ministro de gobierno que se halla en Puno, fue conducido hoy (5 de Nov.) a Arequipa y puesto a disposición de la Zona Judicial de Policía, junto con otras once personas”.

El día jueves 11 de noviembre, el burgomaestre calcetero, de la Segunda Comisaría “fue trasladado a la Cárcel Central de Varones de Arequipa (Av. Siglo XX) al habérsele encontrado culpable. El Juez Instructor, Comandante Félix Olivares, dcitó orden de detención definitiva”.

Ante la alarmante situación, llegaron también a Juliaca los diputados Róger y Néstor Cáceres. En casi media hora de permanencia en el Aeropuerto, fueron noticiados de lo que ocurría, y luego de dar algunas recomendaciones Róger Cáceres decidió regresar a Arequipa a realizar gestione relacionados con su hermano detenido; en cambio, Néstor Cáceres, haciéndose acompañar por un efectivo de la PIP, decidió quedarse en Juliaca para recoger un informe cierto en el terreno de los sucesos.

Así, observamos que, cuando una autoridad recoge los anhelos y necesidades de su pueblo, sabe que tiene que enfrentarse, no sólo con sus ocasionales oponentes, sino contra el mismo orden jurídico-social imperante. Recoger las reivindicaciones más sentidas de una población, y luchar por ellas consecuentemente, tiene pues un precio muy alto, pero que vale la pena asumirlas con valentía.

f) El desagravio

El día lunes 15 de noviembre de 1965 el pueblo de Juliaca levantó el Paro General, debido a la liberación del Alcalde, de los integrantes del Comité de Paro y de los señores periodistas detenidos. El día 17 se llegó a aprobar el Proyecto de Ley de Amnistía en la Cámara de Diputados. El día 20 don Luis Cáceres Velásquez viajó a Lima, dos días después lo hizo una Comisión Municipal; toda esta comitiva el día 24 logró entrevistarse con el Presidente de la República, a quien expusieron los motivos de la huelga. El Alcalde juliaqueño, por su parte, también logró otra entrevista con el Presidente Fernando Belaúnde el día 3 de diciembre, y al día siguiente el Gobierno restableció las Garantías Constitucionales y el retorno del Estado de Derecho en la Provincia de San Román.

Los primeros días d diciembre se anunciaba en Juliaca la llegada de su Alcalde, e inmediatamente se preparó una apoteósica recepción. El día 5 de diciembre el pueblo calcetero se volcó al Aeropuerto a recibir a su burgomaestre. Fue multitudinario el recibimiento que se le tributó a Luis Cáceres Velásquez, quien vino acompañado de su hermano Róger, del periodista Juan Ramírez Lazo y otros personajes que participaron activamente en estas jornadas de lucha. El encuentro del Alcalde con su pueblo fue grandemente emotivo, hombres y mujeres con lágrimas le dieron el abrazo de bienvenida.

El Alcalde hizo su ingreso triunfal, a la ciudad, en hombros del pueblo y se llevó a cabo una manifestación apoteósica en la Plaza de Armas. El programa de recepción duró más de cuatro horas, desde las 11.30 a.m. hasta las 4.00 p.m. que incluyó una misa. Acto seguido se realizó una concurrida Sesión Solemne en el local del Municipio, y allí fueron declarados hijos predilectos Luis Cáceres, Víctor Záferson, Mario Traversa Rivera, Angel Aragonés, y Natividad Soto; el periodista Juan Ramírez Lazo fue declarado Huésped Ilustre.

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