Fuente: APAZA QUISPE, Hugo. Temas históricos de Juliaca. Compendio histórico cultural. Juliaca: Edición del autor, 2001, pp. 154-155.
8.1 VISIÓN PANORÁMICA
a) Contexto departamental
En nuestro departamento, durante el período que nos ocupa, la resistencia de los terratenientes era todavía fuerte; el sistema de feudalidad y servidumbre que reinaba en el campo, chocó con el desarrollo del capitalismo en el altiplano, que por todos los medios buscaba ampliar su mercado interno de consumo. Esta necesidad del desarrollo capitalista, obligó convertir en consumidores a las masas campesinas; es decir que se les organizó e instruyó para buscar y utilizar el dinero para alimentar, no a su familia, sino a los propietarios e intermediarios de negocios.
La burguesía comercial en ascenso, al tener serias contradicciones con el sistema social en decadencia, apoyó e impulsó las luchas campesinas a fin de que se mejore la situación de los comerciantes. La efervescencia de los movimientos campesinos de la mayoría de los departamentos, no había calado en Puno debido a que los dirigentes campesinos carecían de orientación ideológica y sólo atinaban a organizarse para hacer frente a su situación de servidumbre presente. Así, los campesinos se movían en medio de graves confusiones propiciados por grupos de tendencia demo-cristiana, por los partidos políticos en pugna, por las políticas asistencialistas y por la presencia de agentes del Cuerpo de Paz de la Alianza para el Progreso, éstos últimos desde octubre de 1962, realizaban arduas labores en todo el departamento a fin de que las corrientes socialistas no ingresen a Puno.
La etapa que precedió a los sucesos del 65, fue la etapa de las “definiciones políticas en el departamento”. Quienes tenían el control político y administrativo de Puno, eran los representantes del gamonalismo regional centralizados e el Ciudad Lacustre; y, éstos, desde el último lustro de la década del 50 empezaron a sentir el acoso de los representantes de una burguesía comercial que carecían de intereses directos sobre la tierra. Esta situación, paulatina y desapercibidamente, iría acentuándose hasta adquirir relieves de violencia.
b) Contexto local
No es cierto de que la “Perla del Altiplano” emergió como ciudad moderna, progresista y centro de atracción integral, a partir de los sucesos acaecidos el 4 de noviembre de 1965, como muchos equivocadamente así lo sostienen
No olvidemos que Juliaca desde hace muchas décadas, por inevitables leyes históricas y sociales, se había constituido en capital comercial del altiplano, y ya había dado muestras de su adelanto y ventaja con respecto a otros pueblos del departamento; por eso en 1949 se decía que “Juliaca ha acelerado sus pulsaciones en los aspectos de su vida comercial, industrial, ornamental e institucional” y, que en la década del 50 se encontraba en un franco proceso de desarrollo integral. Al respecto el ciudadano Róger Cáceres, en 1951, decía que Juliaca “constituye hoy por hoy el máximo exponente del progreso puneño”; ratificado esta aseveración, el señor Héctor Romero matos, en el mismo año manifestaba que esta ciudad “viene siendo el centro u ombligo comercial del departamento de Puno”; años después, en 1955, el Prof. Mario Fernando Chevarría diría que “Juliaca… renace alrededor del progreso y marcha junto con él hasta llegar a ser lo que es hoy: una de las provincias más progresivas y adelantadas del Sur”.
A partir de 1940 el despegue de avance se acentúa, y por ello desde aquel año hasta 1963, la población se multiplica en casi un 400%, ubicándose así dentro de los núcleos urbanos que más ha crecido en el Sur de la República en aquellas dos décadas, constituyéndose de esta manera en la quinta ciudad en volumen de población de los seis departamentos del Sur.
Juliaca se había constituido en una de las mejore ciudades, gracias al trabajo perseverante de su propios hijos a la labor desplegada por una burguesía comercial que paulatinamente ganaba más y mejores espacios.
Pero este desarrollo traía consigo una serie de problemas, pues las necesidades se multiplicaban y el celo también se acentuaba; a esto se suma la indiferencia gubernamental, ya que Juliaca, como la gran mayoría de los pueblos del “Perú profundo”, estuvo (y está) marginado por los organismo estatales. La ciudad crecía, pero el apoyo estatal era ínfimo, por ello es que ya era tiempo de ascender a otros niveles de lucha, ya era hora de que del dominio económico se pasara al dominio político y con esto a los demás dominios. Alguien tenía que ocupar este vacío y los llamados ya estaban en la palestra.
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